UN DÍA EN MI VIDA COMO ESCRITORA

Soy escritora

Me levanto al amanecer. Abro lentamente las cortinas y, mientras contemplo el sol y saboreo un café capuccino con doble de espuma, planifico el capítulo al que voy a enfrentarme ese día. Tras un nutritivo desayuno, me siento en mi precioso y amplio escritorio bajo la ventana, me pongo música relajante y…

¡MENTIRA!

Todo mentira. Me levanto de noche, de mala gana. Con legañas en los ojos despierto a mi hijo mayor y preparo el desayuno de ambos. A partir de ahí, arranca mi día, y, como imagino que el de todo el mundo,  lo paso corriendo de un lado para otro durante la mayor parte del tiempo, con la sensación permanente de que me quedan mil cosas por hacer pero sin conseguir acabar ninguna.

Escritora pensando

Qué sueño sería tener tiempo para dedicarme en exclusiva a escribir. Qué maravilla poder pasar las mañanas perdida en mis historias, creando sin cesar, sin interrupciones ni obligaciones.

Por desgracia, la vida de las escritores no suele ser tan glamurosa o idílica como en las películas. La mayoría de nosotras necesitamos otro trabajo para poder comer, uno que ocupa la mayor parte de nuestro tiempo, y que hace que lleguemos agotadas al final del día. En mi caso, ese es el momento en el que intento sentarme a escribir, pero lo cierto es que el sueño suele vencerme antes de que haya tecleado nada más que un puñado de letras.

Para compensar, suelo arañar momentos a lo largo del día en los que anotar las ideas, escenas, diálogos y frases que van a aparecer en la escena que tengo entre manos, para conseguir avanzar aunque sea un poquito. Los fines de semana cunden más…

¡MENTIRA!

Es aún más difícil, porque las rutinas saltan por los aires, los niños se acuestan más tarde (y se levantan a la misma hora, a mí que me lo expliquen) y me quedan menos ratos para dedicarme a la novela.

Máquina de escribir

Confieso que a veces es frustrante, porque veo cómo pasan las semanas, cómo la historia me pesa en la mente y en el alma y pugna por que la deje salir ya.

No queda más remedio que agudizar el ingenio y cazar al vuelo los momentos libres.

Porque lo importante es no detenerse nunca.

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