SABOR Y AMOR: MICRORRELATO

Durante cuatro décadas, Germain horneó pan para Lucille cada mañana. Ella no lo supo nunca, pero su visita diaria era como nieve que aplacaba el fuego que lo consumía tras horas y horas pegado al horno pensando en ella.
Le vendió baguettes crujientes cuando era una jovencita con trenzas y él un mozo imberbe y flaco. Más tarde, le sonrió cada vez que le encargaba cruasanes para los niños de la escuela donde empezó a trabajar, u hogazas tiernas para la familia que formó. A veces, sus manos se rozaban un instante al darle el cambio o tenderle el paquete, y Germain permanecía el resto del día con el corazón henchido y una alegría absurda bailoteando en su vientre.
Una Navidad, creó un dulce que olía a vainilla y crema de merengue y lo llamó souhait de Noël —deseo de Navidad—. No tardó en convertirse en la especialidad de la casa. En cuanto se decoraban las calles y sonaban los primeros acordes navideños, todo el pueblo corría a encargar el suyo y asegurarse en su mesa aquel bocado de admiración y amor.
Cuando Germain se retiró, soltero y sin hijos, nadie heredó el negocio. El pueblo quedó huérfano de pan y dulces.
Lucille, que acababa de enviudar, se preparaba para pasar la Navidad más triste de su vida cuando alguien llamó a la puerta. Bajo la lluvia y la ventisca, el viejo Germain sostenía una bandeja llena de souhaits de Noël.
—Feliz Navidad, Lucille. ¿Te apetece un dulce?
—Ya era hora, Germain. —La ilusión era evidente en el brillo de sus ojos—. Ya era hora.
Lo invitó a pasar y lo sentó a su mesa. Y, en un instante, un deseo de Navidad tan largo como una vida se hizo por fin realidad.
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